¿Por qué mi hermano/a no me quiere?

El hijo de mis padres no fue mi hermano. Violencia fraterna. (2014)

Este libro analiza uno de los temas más subestimados de la conflictiva familiar vincular, el de la violencia fraterna que es un tipo de violencia en la sombra, oculta dentro del hogar por su misma tendencia a reducirla o minimizarla tras la construcción idiológica de que «todos los hermanos se pelean».  Las pulsiones primarias egoistas y crueles en el seno del hogar, que no son debidamente atendidas producen un agresor y una víctima.  No se nace para el odio y el desamor. Por lo tanto el que un propio hermano/a nos maltrate y nos desprecie es desde ya un conflicto dificil de afrontar, que por lo general deriva en sometimiento, ya que un niño no hace más que acatar la ley del único mundo que conoce. Y ello produce un fallo de la función simbólica que sin duda afectará a esos individuos en su constitución.

Cuando los padres fracasan en la distribución equitativa del amor filial y eso queda expuesto, entonces se producirán escenas de rivalidad que a la larga derivarán en situaciones de violencia fraterna. Es esta la mayor causa, aunque no la única. El ideal de hijo que hace a uno de ellos su ideal  va a dejar a otro fuera de ese parámetro, el que se defenderá atacándolo.  Nudo error que dejará a un hermano proscrito en la vida del otro.

6 comentarios en “¿Por qué mi hermano/a no me quiere?”

  1. Este libro tiene un excelente balance entre el conocimiento psicoanalítico y el conocimiento del lector ajeno al tema.

    El enfoque que tienen las historias que grafican los temas abordados por cada capítulo tiene el equilibrio justo. A medida que se va desarrollando cada relato, el lector puede comenzar a elaborar las líneas de análisis – e incluso elaborar algunas conclusiones -, que se van a confirmar al final de cada relato por parte de la autora, mediante un análisis detallado con elementos de la psicología y la práctica psicoanalítica.

    Este libro es un extraordinario aporte para mejorar la salud colectiva de nuestra sociedad. A través de historias de otros podemos apreciar de modo más gráfico el tremendo impacto negativo que pueden tener los silencios inabordables en las familias, las acciones realizadas para tapar espacios vacíos (en lugar de elaborar los duelos), y tantas otras acciones que muchas veces se consideran socialmente aceptables, pero que pueden llegar a ser devastadoras para algunos individuos.

    Celebro el hecho de que puedan volcarse a través de la escritura las enseñanzas generadas a lo largo de la vida profesional de la autora y es mi deseo que continúe escribiendo, para seguir cuestionando y rebelándose mediante su particular enfoque ante una sociedad que tiende a no tomarse una pausa para revisar sus actos y evaluar las consecuencias de sus acciones.

    1. Gracias Esteban! No sólo me gusta, también me halaga tu opinión. Advierto que has captado con acierto el punto de motivación de esta obra. Lectores como vos estimulan a cualquier escritor a reiterarse en su tarea.

  2. PRIMERA PARTE
    Un análisis con un enfoque antropológico de la crianza del ser humano, nos permite observar que la misma se desarrolla encuadrada en una organización, requerida por la inmadurez del individuo tras su alumbramiento, que necesita la protección en sus primeros años de vida para su supervivencia.
    Es esa organización, la familia, donde además de proveer a su sustentación, se encuentra el ámbito más propicio para la socialización del individuo.
    La estructura social en la cual el sujeto realiza el aprendizaje de su adaptación comunitaria, es la del parentesco, en la cual se construye la matriz de la conducta social que ha de conducirlo toda su vida en la relación con sus semejantes, pautando la conducta en conexión con la autoridad, mediante la relación asimétrica y vertical entre padres e hijos, y en conexión con la analogía, mediante la relación simétrica y horizontal entre hermanos.
    Los códigos de conductas que se construyen en dicha matriz, tienen proyección a todos los ámbitos sociales del individuo, marcando su posición ulterior a la adaptación colectiva.
    La red de relaciones sociales, demanda esos códigos para organizar y dirigir el esfuerzo común desde la conexión vertical y horizontal del sujeto, para alcanzar resultados eficaces encuadrados en el orden cooperativo.
    Cuando en el marco social básico y primario de la familia se desatiende la regulación de la relación comunitaria, en el encuadramiento antes referido, sin la debida atención al respeto recíproco con el otro, se generan situaciones violentas en las cuales el maltrato confunde al sujeto en su rol social, corrompiendo el vínculo con consecuencias ulteriores en la vida del adulto.
    Con magistral elocuencia nos ilustra la autora en los vericuetos de estas relaciones y sus consecuencias sobre lo dicho precedentemente, a través de su ameno relato al alcance del lego, abonado por casos patológicos, dignos de analizar con serena reflexión, porque la fraternidad afectada con el atropello de su simbología, ha de estar presente en la mente de las víctimas, desde que son partícipe necesario de la arbitrariedad emergente del egoísmo, la vanidad o la ambición de dominio del victimario.

  3. SEGUNDA PARTE
    Tanto la falta como el exceso de la función paterna y/o materna, dan lugar y hasta promueven la arbitrariedad de los hermanos asumiendo relaciones verticales en vez de horizontales, que resultan nefastas para la integración del sujeto, en armonía con la otredad en sus relaciones de adulto.
    Es que el fracaso de la relación fraterna va a representar en el sujeto un vínculo fingido, muchas veces alimentado por discursos míticos familiares que pretenden sostener que los hermanos se quieren tan sólo por definición de su relación parental, cuando en rigor de verdad, los afectos no tienen sustento por definición de relaciones, sino que son el producto del modo en que el sujeto se relaciona con los otros individuos del marco social de contención en que se desenvuelve.
    Cabe destacar en la autora, el acertado enfoque del perdón que realiza, para recuperación del sujeto afectado por el atropello de su relación fraterna, dado que la misma se apoya en el amor que entrega su confianza en la lealtad y, aunque cuando queda en descubierto en la familia un ultraje a la inocencia como en el abuso sexual sucedido en la infancia compartida, se extravía la confianza por la traición del amor fraterno abriendo un abismo irreconciliable, y el sujeto necesita zanjar el oprobio, perdonándose a sí mismo, modificando el sentido de la experiencia para comprender que le sucedió y qué hizo ante lo que le sucedió, de modo de no sentirse condenado por su participación de víctima, ante un suceso que no alcanzaba a comprender en su inocencia burlada.
    Hay mandatos instalados desde la niñez que ocultan la hipocresía familiar, que pretende simplificar las relaciones parentales, sin considerar que los sujetos que integran la comunidad familiar son diferentes merced a su singularidad, que es la que demanda que la atención entre los mismo sea diferenciada y demanda así mismo un esfuerzo que no todos los padres están dispuestos a compartir y aún, a realizar.
    Así como el ejercicio de la paternidad exige el aprendizaje acompañando la experiencia, también el ejercicio de la fraternidad demanda adquirir la habilidad de recuperación que posibilite sortear los errores propios y ajenos.
    Muy conforme con el tiempo empleado en la lectura del libro “El hijo de mis padres no fue mi hermano” agradezco a la autora haber compartido sus ideas, proveyendo al acrecentamiento de las propias.

  4. Gracias Eduardo por esta devolución de una lectura que a cualquier autor que desea ser a fondo leído y analizado, lo haría feliz. Difícil, ríspido tema este, a la vez tan gravitante en la vida de los sujetos involucrados, como bien lo marcaste. Tu estusiasmo y dedicación me alientan a seguir escribiendo. Un escritor se consagra cuando encuentra lectores reincidentes. Alicia

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