Diario La Opinion de Rafaela
En busca de… Alicia Crosa, psicóloga
Idas y vueltas de la especie humana Le interesó estudiar la mente humana y como psicóloga y técnico social criminológico, ingresó al sistema penitenciario y por tres décadas desempeñó su labor. Ejerció la docencia en todos los niveles, y en la actualidad continúa ofreciendo conferencias en el país y en el exterior. Es autora de varios libros sobre temas de su especialidad profesional. De su trayectoria y de la realidad social argentina nos habla en esta charla con LA PALABRA.
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archivo La Palabra – Trayectoria: La confirma Alicia Crosa cuando relata a LA PALABRA su experiencia
LP – ¿La prisión actúa sobre la falta de libertad del preso o para sacarlo del tejido social?
A.C. – En este momento para sacarlo del tejido social, fundamentalmente. O sea para segregarlo y para tratar de hacer higiene en las calles. Porque a él no lo recupera y menos con el hacinamiento que hay y menos con el contacto que hay entre otros reos. Se ha duplicado la población carcelaria porque se ha multiplicado la facilidad de la comisión del delito.
LP – ¿Cómo puede recuperarse un preso?
A.C. – A mi criterio, una de las razones fundamentales -aunque no soy constitucionalista porque soy una psicóloga clínica forense que ha trabajado treinta años en las cárceles- creo que la única medida es la que todos conocemos, que es la de ajustar el torniquete donde el preso sepa que si sale a la calle a lo loco, a robar, a matar, y todo lo demás, no es que va a encontrarse con la puerta giratoria, sino que la puerta se le va a cerrar. Me parece que acá hay que volver a tomar el toro por las astas al precio que sea sin medir los costos políticos u otros intereses que hay de por medio, y volver a tomar la cosa bajo el criterio de la rigidez y la restricción. Que el individuo sepa que lo que le toca lo tiene que pagar con la privación de la libertad. De esta manera hay la posibilidad de crear -mínimamente, no en todos los casos- la autorreflexión.
LP – ¿Se encontró con algún exdetenido a quien alguna vez había atendido?
A.C. – Sí. Me ha pasado alguna que otra vez en el subterráneo casualmente. Que alguna persona me empieza a mirar, y a mirar, y pienso en algún exalumno mío. En una oportunidad se acerca un señor y me dice “usted es la doctora Crosa, usted me entrevistó a mí en la cárcel de Olmos, porque estuve detenido por lesiones a mi hermano. Usted me hizo el estudio y una de las cosas más importantes que recuerdo de usted era su ternura”. Y no hace mucho me llamó por teléfono alguien que me vio por televisión y me dijo que había sido entrevistado por mí.
LP – ¿Qué la motivó a escribir el primer libro?
A.C. – Voy a cumplir cincuenta años de profesión y treinta estuve trabajando en las cárceles. En los últimos tiempos había notado que el motivo de consulta de la gente en el consultorio estaba casi exclusivamente basado en los temas de la tristeza, la depresión, reacciones de pánico, y demás. Entonces me puse a analizar qué tenía que ver la tristeza y la depresión con la realidad social cotidiana. A partir de eso, como me gusta mucho el tango y soy bastante fanática de Enrique Santos Discépolo, y vi que en las letras de él hay mucha referencia a la tristeza, me dije, si Discépolo que fue un triste pudo construir esta magnífica obra, esto indica que la tristeza tiene un lado creativo y positivo, y empecé a trabajar sobre esa obra vista desde de la interpretación psicoanalítica. Imaginándome cada uno de los análisis no solamente de sus temas musicales sino también de la enormidad de las obras teatrales muchas de las que están inscriptas bajo el nombre de su hermano. Y la realidad social y el contexto me interesó muchísimo por los orígenes de Discépolo hijo de un inmigrante italiano como lo soy yo. Todo eso dio como resultado el libro “Enrique Santos Discépolo o qué se puede hacer con la Tristeza”.
LP – Vinieron otros títulos después…
A.C. – El segundo se llama “Porque te quiero te aporreo” que está basado en las diferentes situaciones de violencia que las personas vivimos sin darnos cuenta justamente porque aparecen disimuladas bajo supuestas acciones de amor. Que se trata de la excesiva sobreprotección de los padres hacia los hijos, de la hegemonía de una de las partes con respecto a la otra en la pareja bajo el argumento de que lo hace para custodia y ambos casos son formas de manipulación. Y en general los vínculos sociales que son bastante hipócritas también. Entonces “te aporreo” no es gráficamente el hecho de pegar, sino de qué forma te violento o te someto. Ese libro está premiado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declarado de interés. El tercer libro también es sobre violencia en los vínculos porque después de haber trabajado tantos años en las cárceles cómo no voy a trabajar con ello. Y se refiere a los vínculos fraternos que también suelen ser violentos y que están mucho más tapados y encubiertos que los de otra clase de vínculos interpersonales justamente porque son los mismos padres y la misma familia quienes hacen de tapadera. Pero siempre que los padres tengan un hijo privilegiado o pongan su mirada sobre un hijo más que sobre otro porque ése representa la continuación narcisística de los padres, eso da lugar a que siempre uno de los hijos se sienta resentido. Inclusive se crea entre ellos mismos en el vínculo interpersonal una relación violenta que no siempre tiene posibilidad de expresarse. Y ese libro se llama “El hijo de mis padres no fue mi hermano”. Hay casos clínicos que me ha tocado asistir y que se refiere a esa situación de que los hermanos se odien pero que están obligados a tener un trato por la vigencia parental, y que en algún momento se hace carne a través de algún hecho violento, crucial, que es el que termina desatando la violencia que estaba implícita y estaba oculta. Y el último libro se lo dedico a la memoria de mi madre. Se llama “Las argentinas bajamos de los barcos”. Mi madre fue una inmigrante italiana que vino de Ancona en mil novecientos ocho con su familia teniendo apenas cinco añitos y con una prole enorme. Mi abuelo vino con una mano atrás y otra adelante como vinieron todos los italianos a construir este maravilloso país que se lo debemos a ellos. Y ahí trato de demostrar cómo las condiciones de sumisión bajo las cuales venía una mujer ya en el barco, porque la mujer venía innominada, venía siendo “María la de Giuseppe” o “Enriqueta la de Pascual” pero no venía con nombre y apellido. Solamente podía embarcarse si venía casada o bajo la responsabilidad de un hermano mayor o casada por poder. Entonces ¿cómo llené el material de ese libro? Fui a Italia -normalmente viajo una vez al año a Europa porque además doy conferencias en España desde hace unos cuantos años- y empecé a recorrer la zona de mi madre, me contacté con gente, hice entrevistas y ahí empezó el libro. Entonces conseguí demostrar que la neurosis de la mujer argentina es la consecuencia de las condiciones de sumisión, de frustración, de poca visibilidad con que vino la mujer y que eso fue transmitido generacionalmente hasta constituirse en una cuestión de sufrimiento de género. Esos dichos que figuran en el libro donde muchas mujeres le decían a sus hijas y éstas a su vez a sus otras hijas: “A la vida se viene para sufrir”, “Al hombre hay que aguantarlo, sostenerlo y tenerle paciencia”, esa ponderación machista de que el hombre tenía más derechos que la mujer, como si ella fuera hecha y construido de un material humano distinto, inferior. Ese tema de la resiliencia -que significa la capacidad de construir a la partir de la adversidad- de la mujer, sobre todo de la italiana, de bajar la cabeza. Ser resiliente es soportar hasta el límite máximo, máximo, y a partir de eso seguir tirando para adelante. A la mujer italiana no le quedaba otra cosa más que ser resiliente porque fíjese que, ya de por sí era un desarraigo, cruzar el océano, venir a un mundo desconocido, absolutamente distinto en el cual si no se aferraba al hombre que la había traído y que era el que traía el dinero a la casa, era analfabeta sin ningún tipo de recursos personales, dónde iba a ir y con una prole, un hijo por año, y con ese concepto que se tenía de la sexualidad que era mérito exclusivo y era goce para el hombre. Era lo que se llamaba el deber conyugal. Ese libro lo presenté el año pasado en Italia. Y voy a ver si surge alguna posibilidad de alguna colectividad italiana del país para ir a dar una charla con respecto a eso porque no hago más que difundir lo que son mis orígenes.
LP – Pero tiene en agenda un quinto libro…
A.C. – Sí, estoy pensando un nuevo libro sobre esta situación que me tocó vivir durante la época final de la represión, donde no nos olvidemos que las carreras de Psicología, Sociología y Antropología, todo lo que era humanidades fueron cerradas. Fue una desgracia porque después de eso Psicología dejó de tener la orientación típica freudiana, y pasó a ser totalmente lacaniana.
LP – ¿Qué balance hace de sus años de trabajo y de profesión?
A.C. – Quien ha trabajado en lo que yo he trabajado, y no ha hecho un aprovechamiento para su vida personal, es porque no está bien de la cabeza. Porque realmente con la profesión del psicólogo, y mucho más el que tuvo la posibilidad de trabajar en muchos ámbitos como yo, uno hace un aprendizaje que si lo sabe metabolizar es absolutamente positivo para ayudarle a disfrutar y a vivir la última parte de su vida. De manera tal que a mi edad, trato de aprovechar todo lo que aprendí y lo que me enseñaron la gente que necesitó de mis servicios y sigue necesitando de mis servicios. Y también aquellos que tuvieron que pisar los claustros carcelarios por haber cometido un error en su vida. De todo eso hice una mezcla y creo que lo puedo aplicar con cierta satisfacción a mi vida personal. Sigo trabajando en todo y lo haré hasta el último día de mi vida, y celebro que recién en estos momentos a raíz de estos casos tan serios y tan graves pueda tener cierta visibilidad como para tener devolverle a la sociedad todo lo que ella me dio. Soy una persona extremadamente agradecida porque este país me dio en forma absolutamente gratuita todo lo que pude aprender.
LP – ¿Cómo ve el tejido social actual?
A.C. – Muy mal. Estamos viviendo tiempos hostiles, muy difíciles. Tengo un blog que se llama “diván con patas” donde escribí el texto “tiempos de me cago en el otro” y resumo ese tema. Considero que hay que volver a los orígenes, volver a la disciplina, al rigor, a normativizar a la sociedad, porque si no, esto nos devora.
por Raúl Vigini