……o el hogar pandémico! Intento describir una serie de situaciones no deseadas que se nos plantean frente a esta catástrofe con la que nos vamos a dormir para despertamos al siguiente día con el mismo o peor panorama toda vez que siguen faltantes las cartas de navegación para recuperar el rumbo. Todo debido al carácter de impensado, por lo tanto, no programado lo que impidió organizarnos. Para peor aún, extendido sobremanera en el tiempo de su duración, más los cambios sobre la marcha habidos, adonde fue la improvisación lo que primó. El abandono escolar, desde lo social, fue la peor decisión toda vez que la falta de la presencialidad tiene consecuencias gravísimas que afectan de distintas formas a niños y adolescentes según el nivel de edad y de la escolaridad al momento de la interrupción. Con la consecuencia de la pérdida de las funciones adquiridas. Y que obligó a las familias a armar en sustitución un escenario teatral de colegio, resistido e insistente.
La vida es un sistema de alto dinamismo que requiere equilibrio y estabilidad adonde cada persona paga precios por adaptarse a situaciones súbitas estresantes. Y es necesario y saludable conocer de antemano las consecuencias médico clínicas y psicológicas de las acciones o conductas adaptativas a situaciones caóticas. Esto que estamos viviendo significa una «disrupción» constante y creciente en torno a nosotros en lo particular y a nuestro entorno social sometido a estrés, ansiedad y tristeza. Nos estamos manejando con un estado de ansiedad de tenor leve a moderado – según cada quien- de larga duración, que es constante y que en ciertos momentos tiene picos de exacerbación. Tapamos, barnizamos, repintamos, cambiamos de sitio el objeto fóbico, pero sigue ahí. Y será casi imposible evaluar los efectos del estrés postraumático de la población.
En el medio de este desorden familiar por las razones antes señaladas, – nula escolaridad o intermitente – sumada a las diferentes actitudes y predisposiciones según edades, – niños o adolescentes y su abulia característica -, a quince meses de este desorden, la mayoría de los hogares han hecho grietas, perdiendo muchos de ellos su fuerza simbólica de contención al estar desordenado, desorganizado, en casos, caótico. No menor de destacar sería el estampido del preexistente conflicto de la pareja parental, que funcionaba amortiguado por la rutina de vida extramuros de todo tipo y que ahora está abolida. Poca gente acepta de buen grado el trabajo remoto que los dejó obligados a una conyugalidad aburguesada que rechazan. Y la enormidad de varones a cargo de una familia que han quedado sin trabajo, preocupación, privaciones, insuficiencia de lo básico para sostenerla. Todo esto y más, como para hacer de ello un libro, pondría de manifiesto la latente incapacidad para funcionar como padre/madre o pareja, – campo propicio para su manifestación-, dada la activación emocional extrema que requiere estar todo el tiempo con los hijos y en casa. Y éstos, expuestos a un estado de vulnerabilidad psicológica de lo cual su futuro dará cuenta. Es en los hogares adonde los niños aprenden que la violencia es un recurso de afrontamiento de las frustraciones. Si afuera hay un virus que los hace encerrar, adentro hay un otro peligro. El aislamiento social favorece el contacto con agresores. Cuando hay violencia en el hogar los hijos toman posiciones, el territorio familiar se vuelve bélico, y se configura una alianza con el elegido.
Resulta innegable, además, que el cambio de rutinas trastrocó los hábitos conyugales de intimidad, otro factor de conflicto, al crear encuentros basados en la oportunidad y no en el preciso deseo.
Estadísticas actuales dan cuenta del aumento de separaciones y divorcios resultantes sin dudas, de la sumatoria de lo antedicho. Es necesario, imprescindible que se busque soporte profesional pertinente antes de que los hogares se conviertan en una hoguera, so pena de que nos quede una sociedad lisiada, débil, enfermiza, en fin, patológica y patologizante. Se deberá reinventarla.
Ciertamente esta crisis la pagamos todos Alicia. Y como en toda crisis, los más vulnerables, faltos de oportunidades, incapaces o negadores; serán los que paguen las consecuencias. Pero si hay algo que la Pandemia nos debe enseñar es que la cultura de la individualidad, no resuelve nada y más aún, nos afecta a todos. Nunca estuvimos tan expuestos a una onda expansiva global como en esta guerra bacteriológica. Y quien piense que solo se salvará, desde la vacunacion VIP a las condiciones de educabilidad individual; no entendió nada! Todos nos afectamos entre todos, tal como funciona el virus. Así de simple y así de fácil de entender; como para cambiar esa matriz perversa del «sálvese quien pueda» Te sigo leyendo…
Agradezco mucho su comentario!! Hace falta meterse en esta vida neblinosa y nubarreica que nos toca vivir.