Sobrevalorada la utilización de la cuarentena como medio de protección exclusivo, sin medir sus posteriores y colaterales efectos sobre la población – facilitado todo por el desconocimiento sobre un virus tan letal y de inédito abarcamiento mundial – ya se empiezan a palpar los devastadores efectos psicológicos. Oigo criticar la exclusividad y hasta el abuso del accionar y la aplicación de la medicina clínica, y nada de la psicosomática. Y a sus predicadores repetir sobrada y machacadamente lo que ya era sabido, como también temido, lo que se hizo abrumador. Vivimos un amparo inmovilizador que nos quitó la libertad y que ahora nos dice que de a poco la vamos a empezar a recuperar.
Mucha gente, muchisima se halla aún capturada por la amenaza y afectados por sus derivados, en fin, cosas, que uno no puede resolver solo con la voluntad. Estamos viviendo tiempos traumatizantes que se intentará afrontar aferrados a lo conocido, aunque intuimos, calculamos, que el tiempo a venir será distinto del habitual. Y no se sabe bien como afrontarlo, justamente porque es desconocido.
Se hizo eterno este ultimo tiempo vivido porque no hubo quienes nos lo llenaran al modo en que lo vivíamos. Para muchísimos, un tiempo a solas. El decorado habitual quedó atrás. ¿Hasta donde se pudo soportar la angustia de estar solo sin sus consecuencias eh? Al igual que la lava escupida por un volcán, lo excesivo, se convierte en lo Real. Y construye una convicción…
Permanecer en silencio, es algo más que no hablar. Y estando a solas, es hasta peligroso. Dichas representaciones verbales se ponen en el cuerpo y en la psiquis, sobre todo ahí. Son las desmesuras del tiempo psicológico vivido lo que nos prepara para la enfermedad psíquica. Porque tienen que ver con nuestras verdades. Esas sepultadas por la soledad y sus silencios. «Ruidosos» silencios.
Cuando el ambiente nos proporciona elementos que tocan «puntos focales» o penetran en las defensas de nuestro Yo, estos pasan a expresarse en la acción. O sea, síntomas. Y la ansiedad y la angustia tienen gran capacidad para fabricarlos. El motor de una posible descompensación psíquica reside en el miedo, cuyo poder es tal que nos debilita, toda vez que construye un pensamiento dominante, que «nos» domina. El fóbico no nace, se hace.
Muchas personas con conducta tendiente a la fobia, insinuada pero antes tapada por un estilo de vida armado en función protectora, ahora ya se verá expuesta. Y me refiero a la claustrofobia y a su opuesto la agorafobia. Respecto de esta última, en estos días y a partir de los anticipos referidos a una apertura del encierro cuarenténico al que estuvimos sometidos, llamó mi atención comentarios con colegas y consultas al respecto. Relacionadas con las dos puntas de la vida. Niños, que se resisten a salir, a volver a la escuela, y que sólo lo harían acompañados. Consecuencias – huellas – del hogar pandémico que les tocó vivir. El pánico se frena con defensas que los niños no tienen. Y los mayores, aquellos que llevaban una vida discretamente social y activa, de súbito interrumpida, no reemplazada por estrategias encubridoras dada su inexistencia, aparecen a la consulta promovida por sus cercanos, muy preocupados estos por la cerrada resistencia de aquellos a la salida, argumentando la necesidad de autoprotección. Eso es un claro síntoma de agorafobia. El miedo a salir es un dolor sordomudo. Carcomedor, sobre el que hay que actuar sin detenimiento. En los mayores, es el anticipo de la depresión, – melancólica- ,la forma peor de ella.
Hola Dra. Alicia!
Hoy la escuché en el noticiero de A24 y me pareció brillante y lo que leí en este blog es muy cierto, la verdad me quedé con ganas de seguir escuchándola para entender mejor toda esta cuestión del encierro y la soledad en tiempos de pandemia….
Quisiera pedirle su opinión si es posible, resulta que tengo a mi mamá que tiene 67 años con graves problemas de memoria causado por cuadros de hipertensión, ella insiste en vivir en su casa en la cual está sola y se dificulta hacerle un seguimiento, yo siempre pensé que es cruel despojar a las personas de su lugar de pertenencia, pero ahora que me toca vivirlo evaluó y creo que va a estar mejor si se muda a mi casa, dónde le prepararía un espacio independiente para que tenga autonomía y libertad de hacer lo que quiera cuando quiera, pero estaría acompañada; me gustaría saber qué opina usted sobre que alternativa es mejor para ella…..
Ojalá pudiera darme su opinión experimentada!