LA VIDA ES UN LUGAR SIN GARANTIA

Uno vive como si fuera para siempre. De pronto, algo hace su aparición, perturbándolo todo. Un signo de que algo se salió de la cadena ordenada del cuerpo sano o de la psiquis. Intrusión de la enfermedad. Castración a la vista! ¡Listo! equilibrio quebrado. La vida humana nunca es dueña de si misma. Nuestra vida está unida a la de otros a quienes nos debemos recíprocamente, a eso quedamos unidos, a veces atados. Esto nos habla de la falta de exclusividad de nuestra vida, la que tampoco elegimos, toda vez que «nos traen» y en tanto eso, venimos a parar a una situación por entero creada por otros. A suerte y verdad, como dicen los españoles!

Buscamos amar y ser amados, sin advertir que en una de esas agotamos nuestro tiempo de vida en dicha búsqueda, sin garantías de hallazgo. Y hasta nos jodemos la vida por los trastornos del desamor. Más recientemente, ¿cómo se hace para que nos repongan la falta de vida bien vivida a raíz de la pandemia? Con la cuarentena eterna (argentina) más larga del planeta? De lo que nadie se hace cargo. Que se llevó a la muerte anticipada a tanta gente y dejó un saldo físico y psicológico mórbido, una economía agrietada y en caso, rota, más un retraso pedagógico atroz del que el futuro dará cuentas. ¡Por eso, la vida es un lugar sin garantías! Y la pandemia ha sido un dolor sin recompensas.

Pensemos, porque pensar es preguntarse. Vivimos los argentinos en medio de una crisis económica constante – hace decenios- que obliga a hilvanarse el bolsillo, a recortar expectativas personales, a vivir sin la garantía de una vida digna y con la salud bien atendida, y varios etcéteras, tantos como para llenar una enciclopedia. Los políticos que elegimos para representarnos suelen ser solo un decir, y no un saber. Y dicen lo que «hay» que decir. A veces también dicen más de lo que saben, y es porque no saben lo que dicen. Así estamos! Obligados a habitar nuestras fragilidades ciudadanas, a resistir. Llegado el caso, a hacer un duelo, porque no surge otra opción. De nuevo, la castración! Y el Psicoanálisis nos indica que el duelo nos deja deseantes. Además, es otra forma de violencia. Entonces?…

Los jóvenes sufren por el desempleo y la inseguridad laboral, con la caída del deseo. Heredan una economía enloquecida con endeudamientos que desde ya les comprometió su futuro, quedando como víctimas de un Padre Estado castigador. Buscan irse, se van, dejando a los «viejos» sin el amparo debido, desarticulando los entramados de los vínculos familiares. En nuestro país se vive si habitando la fragilidad y el vértigo de lo insabido.  En fin, vulnerabilidad constitutiva del hecho de estar vivos.Lo más reciente: la guerra. Un enfrentamiento atroz, encarnizado, por decisión de un otro con mucho poder y también mucha locura. Por lo tanto un irracional, sin empatía alguna, un loco parapetado en la parafernalia armamentista con la cual le gruñe al  resto del mundo. Las violaciones a mujeres y niños que se reportan, no es acaso otra forma más amasacramiento típico de los enfrentamientos humanos en desventaja adonde se impone el «vale todo»? Cuesta poco imaginarse el saldo psicopatológico que la guerra está construyendo. Estamos vivos, pero sin garantías. Por cuanto no existen. Desde el mismo momento en que la misma lleva implícita la condena a su finitud.