Revisando papeles, – enormidades de anotaciones- días pasados me encontré con esta frase que el filósofo Sartre expresara a quien lo entrevistaba, a propósito de haberle pedido una caracterización de ciertas inexplicables acciones humanas. Y su respuesta fue: «Somos los que hacemos con lo que hicieron de nosotros»(sic)
Me permito aplicarla a las conclusiones que extraigo sobre estos días que nos toca a los argentinos vivir, agudizada como está la cuestión fantasmática de la pérdida y del fracaso. Adonde y para más, uno se pregunta: ¿cómo se hace para aguantar la vida así en medio de una sociedad dividida entre gente que está invadida por el miedo y otra que (a la fuerza) se olvidó de tenerlo? ¿Cómo poder lograr desapego al Yo deseante, anhelante, propio del ser humano eh? Justamente, cuando que es sabido que el Deseo, es el motor del Yo. Al menos es así como reza el Psicoanálisis: «el deseo es deseo de satisfacción que un objeto me provee». Con lo cual, Impedido, limitado y hasta arrasado todo lo deseable, como hoy día está, será el Inconsciente, al que la Verdad no logrará engañar, y quien nos determinará los síntomas, variados, largo de enumerar, si ya de eso cada quien está enterado.
Cuarentena de por medio, refugiada como vivo en mi quehacer profesional y en mis lecturas, me encontré con un texto de reciente edición, «Crónica de un tiempo perdido» escrito por el esloveno Slavot Sicet, quien llama «desarticulado» a este tiempo que nos toca vivir. Afirma, «no vivimos en un mundo seguro», » la pandemia generó un mal irremontable con capacidad de transformar los lineamientos económicos más acendrados». Considera que el capitalismo global no puede contener esta crisis, -aclaro -, se trata de un escritor y filósofo de izquierda. No es mi caso. Y extraigo algo más, con lo que coincido: » el verdadero problema de la pandemia no es precisamente el aislamiento social, sino la excesiva dependencia de otros, de los lazos sociales».
En fin, como en el malestar todo se cuestiona, no soy ajena a ello. Y digo que se llegó a adonde estamos por la ineficiencia que ya no se desmiente. No lo hacen ni siquiera los defensores de este gobierno, caídos en insólito mutismo. En nuestro país, hace mucho tiempo que sufrimos de inoperancia política, de arribismo, y de una corrupción admisible y admitida. Y si esto viene pasando es porque hay en la sociedad una debilidad suficientemente instalada como para habilitarlo. Y que induce a sus miembros al «salvese quien pueda». Una prueba irrefutable fue el desvío y también el robo de la vacuna salvadora. No menor fue la ineficiencia profesional y gubernamental en el manejo de la tramitación de la vacuna y de la pandemia, que nos condujo a este grado de amenaza de vida que cada quien vive hoy. Que nos vuelve a encerrar, a inhabilitar, a enfermar psíquicamente. Se verá qué post pandemia habrá luego de esta masacre psicológica. De momento, sugiero no aislarse, tratar de estar comunicados mediante los medios disponibles, refugiarse en la lectura – de ficción en lo posible- para meterse en otra realidad que nos ausente horas del día de esta tragedia y pudredumbre. E insistir también en el reclamo por la vacuna salvadora que nos deben, que es ridículamente publicitada al arribo en montos de antemano bien sabido insuficientes.
Y a propósito de esto último, viene a mi memoria un poema de Bertolt Brecht titulado «Refugio Nocturno» que bien aplica a lo que acabo de escribir: …» dar una cama por una noche es un acto admirable, pero no va a cambiar el mundo». La única solución es política y ahí los ciudadanos podemos influir.
Es que como en 1810, estamos llamados a hacer una Revolucion! La Revolución de la Etica y la Moral que perdimos… Me pregunto si ¿seguimos pensando en cuentos de héroes y heroínas? Ninguna formula o pócima mágica nos va a salvar. Y por supuesto, menos el idealismo de que las cosas mejorarán sin sacrificio. El tema es ¿cuánto de cada uno de nosotros estamos dispuestos a dar? Tal vez no veamos los cambios… y eso es una realidad. Pero si hay algo que queremos modificar para trascender sin repetir matrices, es hacernos cargo de las pequeñas cosas que no asumimos y en cada pequeño acto de nuestro micro mundo. Si todo lo justificamos con el «mirar para el costado» y que no hayan ejemplos a seguir, no hay más nada que debatir. La integridad estará en que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad que le corresponda al hacer y decir lo que es éticamente correcto; sin que nadie nos esté mirando o controlando. Evolucionamos por favor!! Te sigo Alicia. Verónica de Chubut