NUEVOS RICOS ENGORDADOS CON EL DOLOR DE SU PROPIO PUEBLO

Es evidente que en la sociedad argentina lo que se ha roto es el contrato social que significa nada más ni nada menos que un par de cosas:  no agredir, respetar, no abusar, no dañar, no delinquir y etc….. Dicho de otro modo y de una, atender al límite, que se define así: » es una frontera entre dos puntos». Osea, que si la atravesé, me metí en la del Otro, ergo lo estoy dañando y a sabiendas.
Como Psicóloga Clínica que me precio de ser, no dejo de atender a lo que la Psicoanalista que llevo adentro me acomete a desmenuzar respecto de lo dicho. Y siempre remitida a don Freud concluyo usando sus palabras:  » estar bien haciendo el mal es perversión «.  A la inversa, » estar mal haciendo el mal es angustia». Entonces, lo que se perdió es la capacidad de angustiarse por las acciones deliberadamente malas hacia el prójimo y que la generalizada capacidad de ser perverso social viene proveyendo.
La banalización del mal es la huella de este tiempo que vivimos, inundado por un goce con poco de moral, todo al amparo de una Justicia con antifaz.  Solo así se pudo llegar a tamaño grado de avasallaje.
La cleptocracia (entiquecimiento propio a costa de los bienes públicos) es un mal que nuestro país viene sufriendo hace décadas, como resultado – según entiendo – de la caída de la represión antedicha a su vez alimentada por la pulsión de Poder y de Tener. Es malo aferrarse porque peor es soltarse. Y para no soltarse, por años la política se ató a un signo político que discursea que ama a los pobres mientras no ha hecho más que multiplicarlos, caso omiso de todas las desgracias que la pobreza arrastra. Si dejara de hacerlo – pruebas al canto –  sus líderes deberían tener que sufrir los efectos de la caída que siempre son en relación a la trepada. Me pregunto será que les ha llegado el momento?  O la laxitud de la Justicia que a beneficio propio supieron generar solo podrá cambiar el antifaz?
Tal vez les entre de una puta vez en su cabezota que en la vida hay que estar preparado para dignamente ganar y resignadamente perder. Ojalá les toque.