Pasto para las fieras

Invariablemente, cada dìa nos sorprenden las  alarmantes noticias respecto de mujeres – por lo general jòvenes – siendo vìctimas de violencia a manos de alguien con quien estàn manteniendo una relaciòn.
Y se trata de hechos de una gravedad tan severa que refleja ser el resultado del estallido de un conflicto entre ellos ya incubado desde tiempo atràs.Vaya uno a saber desde cuando! En todos los casos, y para que se haya sostenido en el tiempo, se trata de una creaciòn de a dos asentada en razones psicològicas perfectamente combinables… y para mal. De esto dì cuenta en mi libro sobre violencia en los vìnculos «Porque te quiero de aporreo». Sumariamente dirè que para que haya un sometedor debe necesariamente haber un sometido.
Existe una trayectoria històrica definida por la dominaciòn del hombre que subordina a la mujer. Y aunque en la actualidad esto no pareciera ser tan notable, en realidad no lo es tan importante como sì lo es el hecho de que aparece tapado o enmascarado en clamores de valoraciòn femenina que acaba siendo un farsa. En efecto, nos guste o no, a la hora de «estar con alguien» como hoy en dìa se dice, las mujeres deben adecuarse a un catàlogo moderno ideado para las ofertas ràpidas que van a parar a lo efìmero de los contactos y que las dejan bastante lejos del armado de una relaciòn estable con vistas a la consolidaciòn amorosa buscada. Persiste esa autovaloraciòn de incompletud si no se tiene a un Otro al lado, lo que bien puede conducir a una catàstrofe. Tenemos demasiado metido en nuestras cabezas que nacimos para ser amadas… camino para crear vida.Y lo buscamos a tientas; y dada la compulsiòn, a veces tambien  a ciegas. Por lo que un dìa, puede aparecer ese alguien que por su constancia en la presencia estarìa dado cuenta de la permanencia buscada. No son todos los casos, pero los hay y muchos en los cuales el enganche consiste en eso: ratificarse en interès a travès de una presencia constante,cada vez màs exclusiva y a la vez màs excluyente hasta dejarnos encerrada en los lìmites de ese Otro, configurandose un estilo de amor que encadena, que no deja libre y que sacrifica todo el ser. Acà ya hay violencia. Esto es perder los puntos de referencia que definen de manera equidistante el lugar de cada quien en la pareja. Asì las cosas, la mujer va perdiendo la capacidad de verse con los ojos de aquella que habìa sido y tras aceptar los veredictos de ese Otro se va quedando a la altura de las concesiones que fue haciendo con lo cual su autoestima està aniquilada. Cada vez queda màs atrapada en un lugar de dar y no de pedir. Y mucho menos de exigir. ¡Guay de eso! Y esto es aumento de la violencia. El agresor va avanzando a medida que la vìctima va cayendo en mayor estado de miseria psicològica, minada por la culpa irracional que le metieron, por una superadora visiòn del miedo y por una angustia envolvente; conjunto global con lo que el Otro opera. Para peor, en ocasiones el clima suele aflojar, con lo cual en la pròxima remitencia el enviòn dejarà a uno màs fortalecido y al otro màs debilitado. El violento no remite. Es violento siempre, sòlo que adopta modalidades acomodables. Y si logra moderarse, ya pronto hallarà otros medios de sustituciòn. La ùnica culpa o responsabilidad en todo caso de una mujer en esta situaciòn es haberse quedado aletargada en la indebida confianza de un cambio que no llegarìa. Y no pedir ayuda a tiempo. Lo que ademàs suele quedar colgado de una imagen de mujer autoinmolada perteneciente a nuestras figuras primarias de referencia. O al desconocimiento supino de que nosotras, en tanto mujeres, podrìamos resultar ser el sìntoma para ese hombre, en cuanto a lo ominoso que lo femenino representa para sì. Ojo con esto!  Quien quiera hacer algo con lo que le pasa y con lo mal que se siente, buscarà un medio; quien no, buscarà una excusa.