Es bueno utilizar el pasado para hacer Cultura.
Centro Cultural Villa Victoria Mar del Plata, 12 de Mayo de 2011, 18 hs. Se presenta el libro «Enrique Santos Discépolo o qué se puede hacer con la Tristeza» de Alicia Antonia Crosa.
Los cuatro, Discépolo (1901-1951), Victoria Ocampo (1890- 1979), Sigmund Freud (1856-1939) y Lacan (1901-1980) compartieron un mismo tiempo histórico. Ninguno de ellos entre si, salvo los dos últimos, se cruzaron en el camino del otro, ni siquiera para conocer la obra respectiva. Victoria Ocampo representaba a la élite de la Cultura que tenia sus ojos puestos en Europa, pretendida sede de la Ilustración. Argentina venia de ser el Primer Mundo en lo económico mientras que las tres cuartas partes de Europa era Tercer Mundo. Francia en primer término, y en menor medida Alemania e Italia después, representaba la cuna de la Ilustración. La oligarquía argentina enviaba a sus hijos a formarse a Francia. Es más, muchos aprendieron a hablar francés antes que castellano. Discépolo se dedicaba a describir las desventuras de su tiempo histórico signado por las consecuencias de la inmigración, la crisis del 30, y la Década Infame. Fue sin duda alguna el filósofo argentino de la crisis del 30. Victoria Ocampo funda en 1931 la revista cultural «Sur» que duró cuatro décadas. A esa altura, Discépolo ya habia escrito bastante dramaturgia («El Hombre Solo»; «Los Duendes»; «El Organito»; «Páselo Cabo») y ya tenía en su haber unos 13 tangos, habiéndole grabado Gardel en Europa en 1926 «Que Vachaché», considerado como el anticipo del rotundo ícono profético «Cambalache», y un sainete lírico («Caramelos Surtidos»). A propósito, «Cambalache» se estrenaría en Madrid en marzo de 1935 en medio de la Guerra Civil Española, y luego en segundo lugar en Barcelona. Además en 1926 Lacan ya era médico y se había especializado en psiquiatria y para entonces Freud había escrito, entre muchas cosas más, «El Malestar en la Cultura»en 1930. Villa Victoria y sus jardines aún hoy tienen encanto, magia y pasado. En sus paredes hay memoria de las palabras dichas para servir a la Cultura. Por esa misma puerta entró la palabra discépoliana y su memoria, que también es Cultura. Uno debe nutrirse de sus raíces y reunir las ramas para fortalecer el árbol de la sabiduría.